Cuando falla la realidad


Ayer terminé el cursado del profesorado.

Y por suerte tengo casi lista la residencia. Lo cual no deja de ser una excelente noticia porque si perdía una clase más, iba a tener que recursarla. Incluso así todavía estoy algo complicado con el asunto.

Es un día que estaba esperando desde hace tiempo. De hecho, debido a lo que costó terminarlo, cada día que pasaba lo esperaba más.

Y, sin embargo, apenas sé para donde correr.

Una larga, larga y compleja serie de situaciones me llevó a mí, y a muchos de mis compañeras, a tener que penar largo y tendido sobre ciertos temas del cursado, más de lo que resulta normal en cualquier institución y más de lo que fue habitual en los semestres anteriores.

Cuando renuncié a mitad de mes lo hice adelantando mi salida porque esas dos semanas supuestamente iban a ser de estudio, pero muchos imprevistos me hicieron alargar el tiempo necesario para todas las materias que estaba cursando. Para colmo la materia que tenía que estudiar resultó ser mucho más dura de roer en el aspecto práctico. Recién ayer el grupo terminó de trabajar en ella, y ahora mientras se la estudia (a una semana de rendirla!) todavía tenemos que darle los puntos finales al trabajo para entregar.

De buenas a primeras cambiaron varias fechas de examen, así que todo el cronograma que había armado no sirve. Por suerte ahora puedo rendir casi casi todo en julio, algo que antes no se podía. Una muestra más de una realidad en movimiento. Continuo. Una cosa mueve otra, y todo vuelve a empezar, un círculo que, espero, hoy comienza a desacelerarse.

He tenido que dejar de leer lo que había empezado y dejar de escribir lo que tenía en mente. Ni siquiera tengo tiempo para la revisión y corrección de textos propios. Mucho menos para atender los sitios y blogs. Esta entrada es como destapar champaña para celebrar. La verdad es que he tenido algo de tiempo, pero el estaba cerebro tan quemado que me quedaba leyendo tonterías en Internet o durmiendo para recuperarme. Para colmo, hace diez días que tengo congestión y estado gripal, algo que el jueves detonó en dolor da garganta y voz ronca, para terminar en una afonía total luego de las cuatro horas de clase del viernes. Ayer sábado apenas pude hablar.

Cómo estaremos todos el último día de clases no salimos ni a almorzar ni a cenar (apenas a desayunar, para no dormirnos). Todos nos fuimos a dormir la siesta y estudiar. El jueves fue igual: nos dispersamos en la noche, a veces sin siquiera saludarnos.

No me molesta tener que cambiar de prioridades... me molesta tener que hacerlo constantemente. Día a día me desperté, durante estas dos semanas, con alguna novedad a veces positiva, a veces negativa, que indefiniblemente me alteraba el día y la semana. Una y otra vez. Y algo me dice que así será la semana que viene, y posiblemente la otra.

No es algo personal; creo que a todos en el profesorado nos pasa lo mismo, en mayor o menor medida. Ciertamente es algo normal que querramos terminar, ya mismo, pero en muchos casos esto se da porque parece una lucha contra la hidra de Lerna, y no un desafío personal de superación profesional.

Solucionas un problema... y tienes otro problema.


Julio es mes de rendir. Por lo menos eso está asegurado. Ya me hago a la idea de suspender este mes, también, la escritura, la lectura y la revisión de textos propios. Alguna cosa podré hacer, seguro, pero nada organizado ni planificado. Con tanta cosa dando vuelta, a veces olvido lo más básico, como mandar un mail o llamar por teléfono a alguien. Nunca un anotador me ha servido tanto para recordar cosas, pero si olvidas anotarlas...

Lo otro seguro es que es el último semestre y a partir de ahí, encima sin trabajo, queda pista libre para todo lo que quiera hacer. Ya hay opciones y planes, así que la queja llega hasta ahí.

Pero, lo que daría por algo más de tiempo para escribir...

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