Moebius (1996)


En Argentina, el cine nacional suele tener mala fama. Algo respaldado por años de malas y malísimas producciones, que en los últimos años ha cambiado, por suerte, con maravillas como El secreto de tus ojos (ganadora de nada menos que un Oscar a a Mejor Película Extranjera), y a muchas otras que han sido premiadas en numerosos certámenes internacionales, sin dejar de lado a muchas que si bien no fueron premiadas, han sido bien aclamadas por la crítica y han tenido éxito de recaudación sin caer en el facilismo.

Tal vez por eso cuando a uno le recomiendan una película argentina con unos cuantos años, algunos siguen dudando. Sin embargo, creo que puedo decir sin temor a equivocarme que Moebius es una de las mejores cintas de ciencia ficción que de este escueto género se ha logrado construir en nuestro país.

Alguno verá el vaso medio vacío, pensando que en realidad no hay mucho con qué comparar, y que el resultado podría ser mejor con algunos ajustes menores. Cierto, pero esto no desmerece lo logrado en esta cinta, la cual, curiosamente, es la primera película de su director, Gustavo Mosquera, así como la primera financiada por la Universidad del Cine, en Buenos Aires.

Durante muchos meses, Mosquera, co-escritor del guión con varias personas más, tomó como base la idea detrás de un cuento de ciencia ficción poco conocido: Un subterráneo llamado Moebius, escrito por Armin Joseph Deutsch en 1950 (sobre el cual se ha hecho una película homónima en 1993, aunque de origen alemán). En esta historia, un tren subterráneo desaparece de la red, con todo y sus pasajeros, obligando a los protagonistas a encontrarlo y rescatarlo.

Mucho del espíritu del cuento está ahí, al igual que numerosas partes de los diálogos. Sin embargo, Mosquera y su equipo no se contentaron con rodar esa historia al pie de la letra (tanto es así que, curiosamente, ni el cuento ni su autor son mencionados en los títulos, detalle que me parece un error). La historia era demasiado corta para un largometraje, de manera que, por una cuestión narrativa pero también creativa, le dieron un comienzo mucho menos súbito, más lento, creíble y detallado, ubicando mejor a los personajes y pasándola a una Buenos Aires nocturna y desgastada. También le agregaron una cuota interesante de elementos argentinos más que reconocibles, manteniéndola con un toque de ciencia ficción tangible, y haciéndola más sólida con la referencia directa a elementos cotidianos.

Sin embargo, esto no impide que pueda ser vista y comprendida por extranjeros, lo cual tal vez explica en parte por qué la cinta ha obtenido tantos premios internacionales (incluyendo el Festival de Cine de Bangkok en 1998, el de Puerto Rico de 1997, el del Festival Latinoamericano de Huelva en 1996 y el de Cine Hispano de Miami de 1997).


Un breve resumen, sin spoilers
Tenemos ya una idea de la historia: la red de trenes subterráneos ha crecido tanto, particularmente por la finalización de un nuevo ramal perimetral, que su complejidad raya la comprensión humana. En este punto, las autoridades del subte descubren la desaparición de una formación completa, así como la aparición de extraños fenómenos que dificultan el tráfico.

Intentan consultar al estudio que construyó el ramal, pero en lugar de su principal arquitecto sólo encuentran a un asistente, un joven topólogo llamado Daniel Pratt, que se ve obligado a explicar repetidamente que su especialidad es una rama de la matemática dedicada al estudio de las superficies.

Daniel es el improvisado protagonista, que más por obligación que por interés intentará desentramar algo que no parece ser propio de su profesión. Su primer paso es buscar los planos originales de la ampliación realizada por el estudio, lo cual ya de por sí no parece fácil debido a su borgeana disposición en un archivo que nos remite rápidamente a La Biblioteca de Babel, pero también, inevitablemente, a cualquier oficina de archivos argentina.

Este primer paso, sin embargo, comenzará a abrir un montón de preguntas que tienen como respuestas otros interrogantes, y rápidamente Pratt comprenderá que el tema lo atañe en lo personal, y que es la persona adecuada para estar allí investigando. Su camino estará lleno de individuos que no le transmitirán más que desprecio: aquellos que no creen sus ideas, considerándolas más esotéricas que científicas. Y es que para Pratt, el tren está ahí, en alguna parte, pero en ningún lugar.


La fortaleza de lo técnico
Si ya tenemos una historia atrapante, sencilla, bien delineada y no demasiado pretenciosa, podemos decir que los cimientos están completos. Pero a esto debemos agregarle algo más, y descubrimos rápidamente que lo técnico va parejo con lo narrativo.

Con unos 250.000 dólares de presupuesto (que no puedo imaginar como mucho dinero en la época de la filmación) y una filmación de 12 semanas, el equipo hizo verdaderas maravillas para presentarnos un ambiente claustrofóbico, sucio, húmedo, mal iluminado y casi extraterrestre. La cinta gasta mucho de sus recursos justamente en esto: en cultivar un mundo extraño, que pareciera estar torcido aunque es totalmente normal, cotidiano, reconocible. En un momento parece que estamos en los subterráneos de la capital argentina; en otro momento parece algo más, misterioso, lúgubre, devorador.

Las escenas que suceden en la superficie son pocas, e incluso los edificios parecen ser subterráneos; a la primera escena diurna nada la equilibra. La película es un lanzarse hacia el abismo constante, lleno de primeros planos que nos dejan ver las gotas de sudor de los protagonistas, contrapicados faciales que deforman aún más los gestos de los extraños personajes del subte, colores fríos que transmiten soledad y misterio, pupilas dilatadas al máximo y súbitos cambios de colores y oscuridades acompañados de ruidos reverberando en los túneles.

El director fue especialmente eficiente en el emplazamiento de las cámaras y en los pocos pero útiles travellings, elementos que pueden parecer demasiado estudiados y poco espontáneos, pero sin los cuales la pelícual perdería identidad y efectividad. Todo cuidado al detalle.

La producción gastó gran parte del presupuesto en remodelar una estación abandonada del metro de Buenos Aires para poder filmar sin problemas todo lo necesario. Ni quiero imaginar la cantidad de permisos que han tenido que solicitar, puesto que los protagonistas se meten en la entraña de la bestia, interactuando con trenes en movimiento, vías de todo tipo, subterráneos de los subterráneos y mil cosas más.

No siempre podemos asistir a una cinta que tenga tanta libertad de movimientos. Acostumbrados a los sets armados de muchas películas, particularmente estadounidenses, de pronto tener lugares de filmación tan reales y cercanos da una sensación muy particular. Especialmente en esta cinta, en donde la mezcla de lo extraño con lo cotidiano es fundamental, y se transmite rápidamente desde la primera escena.


Ratones encerrados en un laberinto
A pesar de ciertas fallas, es importante sumar a esta estructura el aporte de los actores. Todos perfectamente elegidos, todos perfectamente reconocibles y apoyados por vestuarios, luces y demás elementos fílmicos. Verlos es cuestión de entenderlos.

Guillermo Angelelli hace de Pratt, componiendo una mezcla muy interesante con elementos de juventud, inexperiencia y descubrimiento, pero también de pasión y misterio.

Pero tal vez el que más nos llame la atención, al menos a los argentinos, es Roberto Carnagui, aquí más conocido por sus apariciones humorísticas en numerosos ciclos televisivos con Tato Bores (su papel como político corrupto es de antología, una marca registrada registrada en varias generaciones) o la versión local de La Niñera (en la que hace de mayordomo). Lo cierto es que este excelente actor también ha hecho mucho cine y teatro, y puede desempeñar todo tipo de papeles, principalmente dramáticos. Pues aquí lo tenemos en uno de ellos, haciendo del director del subterráneo, personaje con total autoridad sobre el mismo pero presionado por sus superiores y arrinconado por una situación que no comprende.

Hay que tener en cuenta que este papel es el único interpretado por un actor de renombre: los demás son actores poco conocidos en la época o incluso ahora, que sin embargo supieron hacer su parte, grande o pequeña.

Decía antes que estaban excelentemente bien elegidos y caracterizados. Lo que hay que decir es que, lamentablemente, algunas actuaciones son acartonadas. Si bien el lenguaje corporal es el adecuado, muchas veces los diálogos parecen demasiado estudiados, o tienen entonaciones más propias de una declamación que de una cinta que pretende estar situada en lo contemporáneo. Quitando eso, que en ciertos momentos es un lastre muy visible, poco más podemos decir.


Un diamante negro
Como decía al principio, hablar del cine argentino es a veces algo contradictorio: muchos lo descartan como algo malo de plano, otros reconocen ciertos aciertos pero pocos saben lo suficiente del mismo como para hacer un análisis importante.

Sin ser un conocedor, tengo que decir que esta película me ha parecido muy buena: entretenida, bien realizada, bien pensada y con varios elementos muy meritorios para la época y para los recursos disponibles. Una joyita, en fin, a pesar de algunos errores y detalles menores.

Con todo esto, en apenas una hora y media el director y todos los involucrados nos meten en una historia de suspenso y detalles de ciencia ficción que también raya un poco en la fantasía urbana.

Como ya mencionamos, los toques borgeanos de la premisa, y varias relaciones directas a la capital argentina, le dan un toque especial, aunque la película no se queda en la mera repetición de temas y elementos. Permite algunas reflexiones sobre lo cotidiano, sobre cómo estos lugares de paso a veces son parte trascendental de nuestras vidas, sobre cómo las decisiones de la vida moderna son cada vez más y más relacionadas entre sí, hasta el punto en el que no podemos saber dónde vamos a terminar.

Por si fuera poco, el final, algo inesperado (aunque también con algo menos de contundencia de lo que a mí me gusta) cierra el misterio de manera bastante humana y creíble, dejando espacio para otros análisis posteriores. Que no plantearán preguntas muy elevadas, es cierto; pero una de las fortalezas de la película es devolver justo un poco más de lo que ofrece, evitando prometer el oro y el moro para luego caer en el facilismo o en la mascarada para intentar no desilusionar.

Lo dicho: una cinta humilde en muchos aspectos, pero sólida, redonda y muy recomendable.


Los dejo con un trailer breve, que creo transmite algo de la claustrofobia de la historia, además de algunos momentos memorables.


1 comentario:

Dire Wolf dijo...

Sin desmerecer a Angelleli, pero...ahí debió estar Huguito Soto, hermano.

Un abrazo.