Primera semana de trabajo


Lo difícil es pensar, hasta ahora. Pensar en que tengo que entrar a un lugar en donde no soy yo, en donde soy alguien más. Alguien seco, alguien muerto. Alguien que no puede trabajar de algo que ama. A veces me siento como en Office Space. A veces, como en 8 Mile. Qué bueno que ambas películas terminan bien.

Los primeros días fueron un remolino constante. Uno muy fuerte, por añadidura. Fue como si alguien le pusiera freno a mi vida: de pronto cada día parecía una semana. Cuanto más ansioso está uno, más lentamente pasa el tiempo. Creo que nunca había aprendido eso de manera tan contundente.

En el remolino, por el desagüe, se fueron muchas pequeñas cosas. Mejor así, pensé. Un día a la vez. El miércoles es la cima de la semana; luego todo viene en bajada, hasta el inexorable final. Sobrevivir días, luego semanas, luego el primer mes, hasta recibir una tonelada de excusas sobre por qué seguir haciendo esto. Bien que lo valen, todas y cada una. Las promesas son el combustible, lo que me levanta.

Así que empiezo a tachar los días, porque la esperanza de que el tiempo continúa masticando sus barrotes es cierta. Ahora hasta puedo imaginarme llegando a fin de año. ¿Por qué no? 2009 fue un borrón, y ya estamos en marzo de 2010. ¿Tanta gente quiere morir? Ya me cansé de escuchar idioteces sobre el 2012... Pensar en la muerte es morirse. Pensar en el error es equivocarse.

El otro día sentí una brisa que hacía tiempo no sentía, o al menos no recordaba. Estaba sentado en el club donde practico taekwondo, y el ventilador me mantenía despierto. Por muchos años había algo que me mantenía intranquilo, ansioso, incluso nervioso, antes de entrar a clase. La supuesta promesa del fracaso. En todos esos años, lo que me mantenía relajado, al menos en parte, eran dos cuadrados. Uno verde, poblado de hojas; otro azul, poblado de cielo. En ese día de la semana pasada, ya no había inseguridad ni nada similar al esperar la clase. Esos dos cuadrados, y esa brisa perfecta, me recordaron días más simples y me infundieron la seguridad de que esos días volverían, tarde o temprano. Eso es otra cosa que me sostiene.

Las náuseas vienen cada mañana. La semana pasada eran peores. Ahora ya son más bien una pequeña molestia. Siento como si la infección del trabajo hubiera sido asimilada. Ya no está en mi sistema. Sí, soy otro. Y eso no duele.

1 comentario:

Drake dijo...

Paciencia. "La genialidad consiste en saber transgredir las reglas en el momento adecuado." -Teichmann