District 9 (2009)


Xenofobia y racismo. Violencia gubernamental. Corporaciones financiadas por el estado, llenas de oscuros propósitos y métodos. Extraterrestres y tecnología avanzada. Revueltas sociales. Sin duda, un coctel molotov de argumentos que sólo la ciencia ficción puede combinar con los explosivos resultados esperados.

Una más de las excelentes películas nominadas al Oscar 2010, District 9 nos muestra un mundo demasiado cercano al nuestro. Uno en el cual somos los malos, los abusadores, los asesinos. Uno en donde los negros son reemplazados por extraterrestres poco amigables.

Esta película es, por si fuera poco, un ejemplo de excelencia en todos los campos: dirección, efectos especiales, argumento, cuidado de los detalles. Ejemplo, también, de que la primera película de un director desconocido, con actores desconocidos y apenas 30 millones de dólares de presupuesto puede no sólo ser un éxito de taquilla y crítica, sino ser reconocido, además, por sus pares y llegar a los Oscars. ¿Algo más?


Una cinta llena de particularidades
Sucede que District 9 es una película pionera y poco convencional en muchos aspectos. Surgida de un cortometraje, es una de las primeras (al menos que yo conozca) que se ha hecho realidad por la fuerza bruta de un productor más que creativo: Peter Jackson, el director de la trilogía fílmica de El Señor de los Anillos.

Hace ya varios años, Neill Blomkamp, un director sudafricano, filmó un más que curioso cortometraje, llamado Alive in Joburg. Ambientado en una Johanesburgo apenas futurista, planteaba lo que ahora es la base de la película. Una nave alienígena había quedado varada sobre esta ciudad de Sudáfrica; al investigarla, los humanos descubren una colonia de un millón de extraños seres insectoides. Ni conquistadores ni colaboradores, estos seres no tenían una gran cultura, ni, aparentemente, ningún objetivo, estando sumidos en la mayor miseria material y moral. Sin escrúpulos, líderes que los organizaran ni una estructura social firme, se dedican a comer todo tienen a mano y destruir cosas, sin ningún cuidado por las vidas humanas, aunque sin una malicia organizada. Rápidamente la situación se deteriora, y el gobierno, ante la escalada de muertes y destrozos, los encierra en un ghetto fuera de la ciudad: un lugar estrechamente vigilado, en donde la vida no vale nada y todo es miseria y desolación.

El corto era una joya de pocos minutos, en donde quedaban plasmados todos los tópicos ya mencionados: la xenofobia, la violencia del gobierno, la tecnología usada para eliminarlos. Hay que mencionar también que Blomkamp dirigió varios cortos, los cuales también mezclan deliciosamente la ciencia ficción con la vida diaria. Uno de los que más disfruté, además del ya mencionado (que había visto hace ya tiempo) es Tempbot, en el cual un robot es enviado a cubrir un puesto temporal en una oficina y debe aprender a relacionarse con sus compañeros humanos. Blomkamp también ha hecho varios comerciales, entre ellos para Nike, Gatorade y Citröen.

Con toda esta experiencia y otra que me guardo para no extenderme demasiado, Blomkamp recibió una oferta que era difícil de rechazar: dirigir la primera película basada en el videojuego Halo. Como el proyecto comenzó a demorarse, Peter Jackson, que era uno de los que estaba a cargo, le propuso al director sudafricano ocuparse en otra cosa. Entonces, el corto sobre extraterrestres y racismo les pareció la mejor propuesta.

El resultado es una película que, además de varios otras nominaciones, acumula ya cuatro para el Oscar, entre ellas Mejor Película, Mejor Edición, Mejor Guión Adaptado y Mejores Efectos Visuales. Nada, nada mal para un primerizo.


Temas nada fáciles
Resulta obvio que el origen del director y la trama de la historia están muy entrelazadas, y que de hecho muchas de las situaciones de District 9 estén directamente basadas en la realidad de Sudáfrica. Si reemplazamos a los alienígenas (que ni nombre tienen, y se los conoce despectivamente como langostinos, por su apariencia) por negros, y quitáramos la tecnología futurista, casi que tendríamos un drama histórico.

Y es que incluso el nombre de la película es muy particular: District 9 es una analogía del District 6. En 1966, esta zona de Ciudad del Cabo fue declarado apta solamente para blancos; el gobierno racista de la época instrumentó el nada agradable desalojo de 60.000 negros, que fueron reubicados a 25 km de la capital en una zona obviamente inferior en todo sentido.

En la ficción, el distrito 9 es la región en la que viven todos los alienígenas, sobre el cual se mantiene su nave espacial, aparentemente averiada. Estos seres viven en condiciones infrahumanas, en casillas de chapa oxidada, junto a basura de todo tipo y mezclados con los pocos seres humanos que se animan a vivir allí: organizaciones mafiosas que les proveen de comida y otras cosas a cambio de dinero, armas avanzadas y cualquier objeto que tenga valor.

Obviamente, este núcleo de conflicto y de seres desagradables, para la mayoría racista de la sociedad, es algo que no puede quedar así. Si ya está prohibido que los extraterrestres salgan del Distrito 9, este ahora debe ser desalojado y movido a otra parte. La película se plantea como un documental en donde se muestra el proceso burocrático (generalmente absurdo a niveles kafkianos) y la maquinaria bélica que la corporación, MNU, pone en funcionamiento para lograr este objetivo de la manera más eficiente posible. Eficiencia que, sin controles estatales o de otro tipo, está apoyada generalmente por la violencia y la muerte sin sentido ni necesidad.




Una visión nada bonita del futuro
Una de las cosas que más destacan de District 9, al menos en técnico, es la perfecta unión entre lo virtual y lo físico. El diseño de los extraterrestres está muy logrado, al igual que el de su tecnología. Si tenemos en cuenta que prácticamente todas las escenas que los muestran están hechas por computadora, veremos que el desafío era enorme, y la empresa encargada, Weta Digital, logró un excelente resultado.

Los alienígenas no sólo tienen su propio idioma, sino un diseño muy característicos y detallado. Sus movimientos son creíbles, y la interacción que hacen los modelos tridimensionales con los escenarios reales es tan buena que no realmente parecen aliens. El hecho de que la mayor parte de la película sea un documental no hace más que sumar a la sensación de realidad.

Si los detalles virtuales son perfectos, también lo son los físicos. Ambientada completamente en Sudáfrica, y de hecho filmada allí, toda la tecnología humana es actual y real. Los escenarios son barrios de personas que viven en la miseria y de negros discriminados por el sistema. Tanto el armamento como vehículos son de origen sudafricano o del tipo utilizado en la zona, lo cual es muy visible para cualquiera que sea de ver películas de guerra. Esto le da sin lugar a dudas una credibilidad todavía mayor a la trama.

District 9 se convierte así en una demostración práctica de cómo hacer una película técnicamente perfecta con relativamente poco dinero. Muchas cintas que rozan o superan los 100 millones de dólares tienen efectos similares o incluso algo peores.





Ejemplos a granel
Como hemos dicho antes, District 9 es una película llena de particularidades. Es encomiable que, estando ambientada en Sudáfrica y rodada por un director que no se dejó seducir por las rápidas y fáciles respuestas de Hollywood, haya llegado tan alto en la carrera por los Oscars. Ciertamente compite con otras cintas excelentes, algunas de ellas tan bien balanceadas como esta en todos sus aspectos. Sin duda alguna, gane o no la gran favorita, casi todos estarán desconformes por la elección.

De todas formas, y aunque algunos no consideren a District 9 como una obra maestra o una cinta excelente, lo cierto es que abre camino para muchas más cosas. Es, como ya dijimos, un ejemplo de que con poco se puede hacer mucho, muchísimo. Por otra parte, la cinta es un ejemplo de lo que debería ser el verdadero cine de ciencia ficción: acción y tiros como condimento, y un buen argumento centrado en cuestiones humanas y sociales escabrosas. También es un ejemplo de que lo novedoso puede ser exitoso, en una industria que desde hace años está más estancada que el agua de una zanja.

También es ejemplo de que esta innovación puede venir de cualquier parte y en muchos formatos. La manera en que Jackson apoyó a Blomkamp habla no sólo de inteligencia comercial, sino también de respeto por un colega. Cuando un buen director es también un buen productor, y un buen profesional y una buena persona, no dudará en darle trabajo a alguien, no temerá que ese alguien le robe el trabajo o la fama, y no buscará dominarlo como sí hacen los estudios. Jackson bien podría haber abandonado a Blomkamp al caerse el proyecto de Halo, pero no lo hizo, y allí se ve el buen resultado. ¿La industria no se estará cayendo a pedazos, creativamente hablando, porque los valores humanos y profesionales que la sostienen son ya difíciles de mantener?

El hecho de que existan estos directores, que no sólo tienen dinero sino productoras para apoyar a nuevos talentos, es algo muy positivo y espero que sea el síntoma de algo nuevo. Ya tenemos otra señal, en el corto Ataque de Pánico. Producido en Uruguay con apenas 300 dólares y 6 meses de trabajo, este video saltó a la fama y, lejos de ser una más de muchas idioteces que adquieren fama en Internet cada tanto, se ganó su lugar a base de talento. La noticia de que la productora de Sam Raimi, otro director que no prostituye su obra, acordó un presupuesto de 30 millones de dólares para crear una película sobre el mismo habla a las claras de que esto puede constituir una tendencia. Ojalá que así sea.

No hay comentarios: