Propósito

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Escribo porque sólo cuando lo hago el mundo existe.

Comodidad

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Ser freelance es como ser un Jedi, puedes trabajar en bata.

Eventualmente tenía que pasar

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Hace unos meses me anoté en una seguidilla de concursos de comics, aprovechando que los dibujantes con los que suelo trabajar estaban libres y los requisitos eran bastante accesibles.

Si bien no nos fue bien con Juan Fioramonti en el concurso de la Revista Fierro (ya comentado aquí), la experiencia dice que si uno golpea, golpea y golpea, los nudillos pueden doler, pero uno se acostumbra y finalmente las puertas se abren (o se rompen, lo que convenga más).

Fue así el caso, entonces, con el siguiente concurso (de hecho el segundo concurso de comic en el que participo). Fernando Kern y yo trabajamos en una historia de dos páginas que ganó una mención en el Concurso Nacional de Historietas "Roberto Fontanarrosa" 2010, organizado por la Municipalidad de Rosario.

Más allá de ver el nombre de uno en la portada de un libro (que pronto sale de la Imprenta Municipal), está la alegría de todo el aprendizaje, de todo el trabajo previo, de todos los guiones malos que por suerte nadie perdió tiempo dibujando, y de todos los que pudieron rescatar al cambiarlos a último momento.

Y además está el compartir un premio con un amigo y colega, y encima, el saber que el premio mayor se lo llevó otro amigo y colega de la ADL, de quien tengo sobradas pruebas de su labor a favor del comic y la ilustración (además de su locura galopante).

¿Qué más puedo decir? ¿Que todavía no caigo? Sin ser agrandado, se me ocurre que era algo que tarde o temprano iba a pasar, de una manera u otra. Teniendo en cuenta que escribo desde los 8 y nunca dejé de garabatear, era simplemente cuestión de probabilidades.

Solamente me queda esperar la presentación del libro que reúne todos los trabajos ganadores, el poder llevarme mi ejemplar y tal vez algunos más para regalar. Ni qué decir que será un momento inolvidable, que ya vivé en el 2008, cuando no participé pero ganó otro conocido mío. El poder estar "del otro lado" será, sin embargo, algo completamente nuevo.

Es un primer paso, enorme e importante, pero sólo el primero. Muchas cosas se construyen para los dos años que vienen. Y algo, eventualmente, saldrá también de ellos.

Ahora sólo falta saber cómo terminará el año. Con el fin de diciembre cierra el plazo de entrega para el concurso de Comic.ar. ¿Quién sabe qué podrá pasar?

Un poco de nada

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Me encuentro ansioso, aburrido, queriendo hacer mil cosas y a la vez sin ganas de escribir, releer o reescribir.

En una etapa de transición, digamos.

Me tomo descanso de la escritura, vuelvo a casa y leo comics, veo tele, hago cualquier otra cosa como llamar amigos que hace rato no veo y planear cosas en el aire.

En fin, un cambio de ritmo que implica no tener ritmo. Ni horarios, ni cosas fijas. Cancelaciones de eventos, cosas a las que falto, lugares a los que no voy, cosas que se posponen.

Nada más. Tenía ganas de escribir acá. Para eso está, un poco, este lugar.

Seriedad

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Hace un tiempo envié un comic al concurso de la Revista Fierro, ilustrado por mi amigo Juan Fioramonti.

El hecho de que dicho comic no haya pasado de la primera ronda de preselección podría, en un sentido, desacreditar las siguientes frases. Podrían algunos pensar que las digo por despecho, por no haber sido elegido. Pero créanme: después de escribir cuatro novelas y dos cuentos exclusivamente para concursos (y no ganar ninguno), no voy a rasgarme las vestiduras por dos páginas de guión.

Aplaudo enormemente la iniciativa de la revista, con la cual, considero, sale de ese aislamiento típico del "arte por el arte", que alejó a su (nueva) primera etapa del público, con su onanismo de imágenes sin secuencia, sin historia, sin ton ni son.

Sin embargo, con una pequeña experiencia en concursos de novela, cuentos y comics a nivel internacional (experiencia de enviar cosas, nada más), tengo que pedir un poco más de seriedad.

Las bases eran realmente básicas (apenas llenaban una página con grandes letras y márgenes generosos); igualmente eran un poco confusas. No quedaba claro si usaba el sistema de plica o no; había partes del texto que lo indicaban de costado, pero no se lo mencionaba directamente. Por otra parte, cuando quise consultar, vi que no había mail de consulta (de hecho, se prohibía cualquier contacto de los participantes con los organizadores). Algo que en todo concurso debe existir, ya que cualquier base puede tener algo que dé lugar a dudas. En varias oportunidades hice uso de estos mails y me quedé con una sensación de seguridad al ver que me respondían y yo podía enviar mi obra cumpliendo estrictamente con lo requerido.

Debido a esto envié mi trabajo (y el de Juan) con ciertas dudas sobre si sería tomado en cuenta o no, ya que tuve que adivinar. Calculo que si no fui seleccionado, no fue debido a un tecnicismo, pero no puedo estar seguro de ello.

Por si fuera poco, al día siguiente de enviado el comic, me entero por una amiga (cuya obra había sido preseleccionada) que... exacto! Había una preselección, la cual NO se mencionaba en las bases. Cierto es que uno puede SUPONER esa instancia ya que es muy usada, pero las reglas de un concurso no son para suponer. En todos los concursos en los que he participado, se dejaba constancia explícita de si todas las obras serían leídas por el jurado (me ha pasado incluso en concursos de novelas) o si habría una preselección.

¿Qué sucedió? La Fierro se subestimó muchísimo, al pensar que no los leía nadie, y que por lo tanto poca gente participaría. O tal vez, en un típico gesto de mirarse el ombligo como hacen muchos porteños, no pensaron que en el Interior iba a haber tanta gente con ganas de concursar. Como resultado, no calcularon una avalancha de trabajos (más de 250 recibidos el día antes del cierre), y se vieron obligados a agregar una instancia intermedia sin previo aviso.

Este cambio compulsivo de las reglas, aunque entendible por las circunstancias, es bastante poco feliz, y habla de una seria desprolijidad de la organización, que no previó que una revista de este calibre pudiera tener semejante convocatoria. Hubiera sido mucho mejor dejar abierta la puerta a una preselección condicional (por ejemplo, si se superaban los 100 trabajos concursantes), o, como sucede en muchos otros concursos, poner una cláusula que autoriza el cambio, sin previo aviso, de dichas bases. Cosa que no estaba presente.

Como dice el título, pido más seriedad. Ciertamente muchos autores no se habrán percatado de esto, porque será su primer concurso (de comics o de todo tipo en general). Pero si queremos que el comic comience a ser visto como algo serio, hay que empezar desde las bases (pun intended).

En fin, dejé esto descansar un poco; suspiré al ver que no había sido seleccionado, y seguí escribiendo. No podía haber imaginado que algo peor estaba sucediendo.

Días más tarde, al ir a la casa de Fernando Kern y ver que él también había sido preseleccionado, me comenta que se armó un escándalo enorme en el blog de la revista. Le comenté todo lo anterior, y lo mal armadas que estaban las bases, según mi opinión. Pero el escándalo que él había presenciado era de otro tipo.

Si a los organizadores del evento les había faltado seriedad a la hora de armar las bases (algo tolerable teniendo en cuenta que no organizan concursos frecuentemente), a muchos de los concursantes les había faltado salir del jardín de infantes una cuota mínima de madurez profesional y artística. La cantidad de lloriqueos y protestas mal planteadas es enorme; también el nivel de histeriqueo y queja sobre queja. Personas que enviaron (a veces a sabiendas) trabajos que no cumplían requisitos básicos; personas que exigían que se les explicara por qué no habían sido preseleccionadas (y asumían explícitamente que el jurado los hubiera premiado de otra manera); personas que acusaban a otras de ser amigas de los organizadores y de haber plagiado una idea basándose solamente en un título similar, personas que se quejaban porque el concurso cerraba un sábado a la medianoche...

Una frase lo resume todo: "menos llanto y más tablero". Al final empecé escribiendo esto un poco disgustado con la cuestión de las bases del concurso, pero ahora veo que los improvisados son muchos de los concursantes, que no llegarán a ser buenos dibujantes hasta que mejoren sus actitudes. Dibujar dibuja cualquiera, pero dibujante no es cualquiera.

Crack Bang Boom: Ahora para escuchar

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Para los que no lo hayan descargado todavía, y a lo mejor ni se han percatado de su existencia, les dejo, como broche de oro, un link de descarga para el podcast de Comiqueando acerca del mentado evento. Resulta de particular interés ya que la mitad del mismo está dedicado a Crack Bang Boom, y la otra mitad a una buena parte de la historia de las convenciones de comics argentins, incluyendo los 10 años de Leyendas, que también se realizaron en Rosario.

Crack Bang Boom: Una experiencia vertiginosa

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Uno de los puntos fuertes para la asistencia a Crack Bang Boom era la presentación de carpetas para que uno de los editores de Vertigo, Will Dennis, seleccionara nuevos talentos para sus trabajos.

Lisandro y Juan se apresuraron a llegar bien temprano para poder ser de los primeros el jueves (se anticipaba una carnicería en la cola), y no se equivocaron. Como ya conté, fueron unas 50 personas las que dejaron carpetas ese día (de hecho yo dejé la de dos amigos, así que hay que tenerlo en cuenta porque creo que no vi a 50 personas). Nada de carnicería: todo fue camaradería.

El día de la entrega de los resultados, muchos se fueron decepcionados, y más de uno pensó que su trabajo no era bueno. En realidad, después fuimos viendo que la cuestión era otra. Muchos tenían temáticas que Dennis no estaba buscando, o estaban más enfocados a la ilustración que al comic y la narración secuencial. Asimismo, muchos tenían una presentación que no era la adecuada. Tanto Lisandro como Kiro, mis amigos que fueron seleccionados, mostraron trabajos terminados y en proceso (tintas y lápices).

La lección entonces es tener a mano trabajos empezados para mostrar cómo uno trabaja. Después de todo, en el mercado estadounidense se contratan artistas para que hagan una parte del proceso: lápices, tinta y color. Es tarea del editor elegir a los mejores en cada campo, y por eso es tan importante tener trabajo "no terminados" para que ellos vean en qué se destaca el de uno.


Cara de alegría y cara de no-alegría,
versión Lisandro y Juan



Calculábamos más adelante a cuanta gente elegirían en total, porque si habían quedado 7 de unos 50 en la primera vuelta, y se suponía que en los siguientes dos turnos iban a presentarse la misma cantidad de carpetas, eran muchos. Se comenzaba a pensar "a mí me dejan de lado en la segunda vuelta". Pero en realidad nadie sabe cómo son estos procesos, y de hecho Dennis dejó expresado en varias entrevistas que la selección de material es algo intuitivo, instintivo, que depende del momento y de muchos otros factores. No hay una receta para ser elegido, aunque haya factores que puedan inclinar la balanza.

En fin, luego, gracias a los contactos que tenemos dentro de la organización, incluso gente que conoce personalmente a Dennis, Azzarello y Lee, nos enteramos de ciertas cosas que nos alegraron el corazón, aunque no hubiéramos sido elegidos.

En primer lugar, Will Dennis iba a dar solamente dos turnos para ver carpetas, pero la organización logró convencerlo para que en cambio pusiera tres turnos. Esto fue así porque se dieron cuenta de que había una tremenda cantidad de gente que quería mostrar su trabajo, y muchos no iban a poder venir más que un día de los cuatro que duraba el evento.

En segundo lugar, que Dennis tenía pensado seleccionar a un total de 9 dibujantes durante todo el evento, y que en cambio eligió a una cifra no confirmada de entre 20 y 30. Esto se debió sin duda al alto nivel que encontró en los dibujantes argentinos, que incluían gente de Córdoba, Buenos Aires, Mar del Plata, Rosario y otras partes del Litoral.

En tercer lugar, que Dennis tenía pensado realizar una pre-selección que dejaría en manos de personas de la organización. Lo cual es algo común y normal en muchos concursos y eventos de este tipo. Sin embargo, fuentes confiables nos comentaron que, al ver la segunda o tercer carpeta del primer turno, el editor de Vertigo quedó tan conforme que decidió ver TODAS las carpetas que le fueran presentadas (yo calculo que deben haber sido entre 150 y 200, pero es una estimación personal; en un blog una persona de la organización comentó que, en una sola noche, se vio unas 80 carpetas).

Sin duda esto nos llenó de orgullo como dibujantes y como argentinos, al confirmar lo que todos pudimos ver en este evento: hay un nivel impresionante, aunque lamentablemente el mercado sea muy pequeño para todos. Por otra parte, las experiencias acumuladas, los contactos y todo lo aprendido nos servirán a todos en los años por venir, a la hora de enfrentar a un editor de comics.

Crack Bang Boom: una de tantas anécdotas

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En esos cuatro días de sana locura, muchas cosas salieron bien, algunas salieron mal, y muchas fueron graciosas o curiosas. He aquí algunas que quedaran para siempre grabadas en mi mente:

  • Como ya comenté, el jueves, en la primera charla del día, le dejé una carpeta con guiones a Trillo, para que la revisara cuando tuviera tiempo y me diera su sincera opinión profesional. Me sentí un poco pelotudo, pero no fue nada. Lo gracioso fue cuando, dos o tres días después (no recuerdo si el sábado o el domingo), al salir del CEC, Trillo saludó hacia donde yo estaba. Me frené un poco y no supe qué hacer. Busqué sutilmente a otras personas cerca, que pudieran ser el blanco del saludo, pero no encontré a nadie. Trillo saludó de nuevo, así que le respondí el saludo. Ahí sí me sentí pelotudo.
  • El jueves, durante la apertura de la muestra en los túneles del Centro Cultural Parque de España, Eduardo Risso agradeció el aporte de Horacio Altuna, que había cedido sus originales para que se expusieran en ese espacio. Entonces lo saludó a la distancia, señalando a un claro entre la tupida multitud... ¡Altuna estaba medio metro a un costado mío!
  • El viernes llevé una revista Nueva Aventura que incluía la primera historia de Savarese, para que la firmara Mandrafina. Después de que firmó algunos autógrafos, yo me quedé parado a un costado, con una carpeta y la revista a la altura del pecho, como quince minutos, escuchando la conversación que tenía con algunos aficionados y agregando algunas impresiones mías cada tanto. Hasta que Mandrafina me miró y me dijo: "vos estás esperando que te firme eso, ¿no?". Lo firmó, y después me quedé como quince minutos más charlando de Columba.
  • También el viernes, en la charla de Jim Lee, uno de los oyentes hizo una pregunta realmente extraña. Le preguntó al editor de DC "¿cuándo Batman va a tener un hijo?"... y la respuesta fue obvia: "ya lo tiene, es el nuevo Robin!!!" Lee la respondió como al paso, sin dejar tiempo a que el chico comprendiera lo que había pasado, pensando seguramente que era alguien muy desactualizado. Al final de la charla, el chico insistía en que había dicho Superman, y no Batman... Cosas de la mente.
  • La charla de Jim Lee estuvo plagada de pequeñas anécdotas, pero la traducción instantánea de Andrés Accorsi fue una de las más comentadas. En general, la traducción fue muy buena, pero un par de errores bastante notables (por lo tontos que eran) hizo que más de uno pusiera el grito en el cielo. Lo curioso también es que la traducción al castellano era un poco inútil: la cantidad de gente que se reía al instante de los chistes de Lee indicaban que al menos un 90% de la sala comprendía inglés perfectamente.
  • En la charla que compartieron Jim Lee y Will Dennis, al editor de Vertigo le hicieron una de las preguntas de rigor: si leía comics de otras partes del mundo y si estaba al tanto de la histerieta argentina. Sin caer en el "son lo mejor del mundo" típico de chistes sobre muchas bandas de rock, Dennis comentó que sabía que muchos buenos artistas que trabajaban en el extranjero eran argentinos. Pero también admitió que no estaba muy al tanto de los comics europeos, orientales o argentinos, esto debido en gran medida a que en EEUU es muy difícil conseguir comics editados en otros países. Asimismo comentó que como editor se sentía inclinado, cada vez que salía del país, a mirar diferentes ediciones y a comprar cosas que le resultaran interesantes. Como nota humorística, comentó que Carlos Trillo no debía dormir, ya que había visto una enorme cantidad de comics de este guionista y se preguntaba cómo podía ser tan prolífico. La anécdota final: yo mismo vi a Dennis comprar un tomo de las Sexy Stories de Solano López en el stand de Deux Studio. A la pelota!!
  • Los dos colectivos que nos dejaban cerca del CEC tienen parada en Sarmiento, así que durante los cuatro días días del evento, los tres mosqueteros nos bajábamos ahí y caminábamos hasta la Costanera. Por lo tanto, siempre pasábamos frente al Bar El Cairo, famoso por ser el hogar de la Mesa de los Galanes encabezada por Roberto Fontanarrosa... y también elegida por Risso y compañía para llevar a los invitados internacionales a comer. De las ocho veces que pasamos por esa esquina, al menos seis veces nos encontramos con Risso y uno o más de estos invitados. Con Lisandro y Juan hacíamos bromas sobre que pensarían que los estábamos acosando... la última vez no pude menos que murmurarle a Risso: "viste que chica que es esta ciudad" (o algo por el estilo).
  • Una anécdota muy rara me dejó reflexionar sobre lo mal que está la cultura en el país, o al menos parte de ella. En uno de los viajes de ida al CEC, subió al colectivo un conocido vendedor ambulante. Durante años lo vi vender revistas y pequeños libros de saldo, con temáticas muy variadas: crucigramas y acertijos, manualidades, cultura general, fascículos de enciclopedias, autoayuda, etc. etc. etc. Ahora el tipo vendía... películas piratas. Tal vez lo peor es que todas eran argentinas e hizo varios comentarios sobre la industria del cine nacional, como si realmente la estuviéramos ayudando al comprar copias pirata. Antes al menos vendía algo para leer, y legal.

Crack Bang Boom (y IV): Domingo

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El último día. Pero no estábamos tristes, no señor. Todo lo que habíamos visto, escuchado y experimentado nos había dado suficientes recuerdos como para varios años. Ni hablar de las ganas con las que cada uno estaba regresando a sus proyectos.

Dediqué parte de la primera parte en vagar entre el Galpón 11 y el CEC, verificando la escasa concurrencia al primero. Una de las cuestiones que tiñó la asistencia del sábado y domingo (particularmente en este último caso) fue que el público recién comenzó a llegar en grandes números hacia las 17 horas. De manera que por un tiempo, parecía que el evento se había desinflado, al no haber explotado (como preveíamos) los locales.

Sin embargo, haciendo números, uno comprende por qué no fue así. En primer lugar, se trató de un evento que se extendió por cuatro días. Muchos rosarinos vinieron los días de semana, atraídos por la presencia de Jim Lee y otros artistas, y es posible que luego de conseguir su autógrafo, foto o dibujo, no regresaran. O simplemente no lo hicieran por problemas de agenda. Obviamente, muchos turistas y visitantes (con o sin carpetas para Will Dennis) no podían quedarse los cuatro días. Finalmente, el hecho de que hubiera tres sedes, y que la ciudad fuera muy linda, contribuyó a que el número final pareciera menor: en realidad estábamos desparramados por muchos metros cuadrados.

Volviendo al domingo, tuvimos un día más bien fresco, nublado y ventoso. No había casi nadie en la costanera, y las lindas chicas en patines ni pintaron, pero eso no quitó que estuviera bueno caminar, porque ahí siempre hay algo que ver.


¡¡¡Hasta el Odfjell Seachem estuvo en Crack Bang Boom!!!
El domingo, la habitual imagen de los veleros y gente
haciendo surf, de los yates y las piragüas fue
reemplazado por el habitual tránsito de buques
comerciales que llevan uno-no-sabe-qué.
Una postal de Rosario que no es común
en el resto del país
.


El plato fuerte de ese día, en el que nuevamente falté a varias charlas (y algunas no se hicieron) fue sin duda mi nueva cita con Carlos Trillo, a las 15.30hs. En esta oportunidad, en el Auditorio Príncipe de Asturias, en donde se desarrolló una charla más que interesante por su propuesta: reunir al genial guionista con cuatro de los dibujantes con los que trabajó. Así, en una mesa teníamos a Juan Bobillo (con quien hizo Sick Bird, ¡tengo que comprarla!), Gustavo Sala (con quien hizo Torni Yo, para los más peques), Juan Sáenz Valiente (con quien realizó Sarna) y Lucas Varela (con quien realizó El síndrome Guastavino, otro must have).


El quinteto de la muerte.
Bueno, no se me ocurrió nada mejor.


Cualquiera que conozca mínimamente a estos artistas podrá imaginar que la mesa fue un desquicio delicioso, en el que las anécdotas reales se mezclaban con las apócrifas, los chistes con las cosas serias, etc. Nuevamente moderada por Accorsi, el evento estuvo regado de risas y comentarios jocosos. Particularmente graciosas fueron las veces en las que los dibujantes, aliándose "en contra" de Trillo, le sacaban mano por su forma de trabajar los guiones o imponer un ritmo de producción.



El público en el Auditorio Príncipe de Asturias,
escuchando atentamente a los artistas.


Pero si las conversaciones mantenidas frente al público fueron divertidas, el broche de oro sin lugar a dudas se lo llevó la parte histriónica. En un momento determinado, uno de los dibujantes (no recuerdo si Sáenz Valiente o Juan Bobillo) se acomodó en la silla y por una cuestión fortuita, se cayó de la misma, sin sufrir ningún daño. En complicidad con el gracioso episodio, el resto de los dibujantes comenzó a dejarse caer, como si se tratara de una película de Chaplín, avisándole al público mediante algún comentario gracioso de lo que iba a hacer. De manera que lo que era, supuestamente, una "simple charla" (ninguna en Crack Bang Boom lo fue), se convirtió, casi, en un espectáculo humorístico sobre cómo se hacen comics.

Concluida la charla-show, regresé al CEC. La visita de Solano López fue cancelada tan cerca del evento que, como sucedió con la de Humberto Ramos, estaba anotada en los folletos. Esto me liberó, nuevamente, de tener que decidir: no tuve que perderme la charla de café en la que Horacio Altuna conversó con Eduardo Risso.


El café del CEC, donde se realizaban las charlas.
Esta fue muy concurrida.

En este caso, tal vez por la presencia simultánea del más conocido y principal impulsor del evento, y de una figura mítica de la historieta argentina que pocas veces podemos ver (vive en España), el público no sólo fue mucho, sino que preguntó bastante. Risso comentó sobre cómo se inició en la lectura de comics, y Altuna, tanto por preguntas como por iniciativa propia, habló largo y tendido sobre cómo es trabajar en España. Fue un momento muy interesante y emotivo, porque mientras Risso hablaba de cómo se había ido formando un buen grupo de artistas de comics rosarinos, Altuna comentaba sobre cómo era regresar a Argentina y tener a gente de diversas generaciones pidiéndole autógrafos, siendo que mucha de su obra había salido a la luz muchos años atrás. Todo lo cual nos mostró nuevamente que, aunque la época dorada del comic argentino haya pasado, hay una parte de nuestra cultura que ya no puede morir ni ser extirpada, y que de una u otra manera las viñetas van a vivir en un estrato de nuestros genes culturales por mucho tiempo.

Hacia el final de la charla, Risso aprovechó para hablar del evento, de los objetivos planteados y cumplidos, y de muchas cosas relacionadas, como la gran posibilidad de que el evento se repitiera el año siguiente. Todo lo cual cebó enormemente a la concurrencia.

Si bien todas las charlas de café fueron interesantes, esta tuvo la particularidad de ser muy emotiva y de tener un ida y vuelta con la gente muy particular, como ya dije, a causa de la presencia de Horacio Altuna, que no reside en Argentina y que sin embargo generó mucho interés. Me contaron que uno de los días se quedó casi dos horas firmando autógrafos.

Terminada la charla, y viendo que ya quedaba poco tiempo, me apresuré a dejar las carpetas con trabajos míos en colaboración con Fernando Kern, Juan Fioramonti y Sebastián Zalazar. Había quemado pestañas y valiosas horas para organizarlas, imprimirlas, fotocopiarlas y todo lo demás. Tengo que decir que, tal como era de esperarse, todos los que me recibieron se comportaron de buena manera, e incluso me aseguraron en varias ocasiones que los trabajos serían tenidos en cuenta. Si no es así, es otro tema: lo cierto es que en eso también se diferenció CBB. Porque las editoriales que tenían stand en el evento sabían que allí estaba Dennis, y que parte de los objetivos de la convención era justamente ese: dar un espacio a los muchos jóvenes talentos que no tienen donde mostrar lo suyo.

Una vez hecho esto, con un asunto menos sobre mis hombros, me dediqué una vez más a mirar, hacer las últimas compras y sobre todo charlar con mis amigos y compañeros de la ADL.


La foto menos movida del stand de la ADL,
en donde pasé buena parte del sábado y domingo.

Sintiendo cómo aquello se escurría por los dedos, pero de ninguna manera triste o nostálgico por adelantado, me concentré en no perder nada y no olvidar nada de lo que tenía que hacer (algo se perdió, claro, como siempre).

Y así llegamos al final. La organización, haciendo gala una vez más de una gran capacidad de profesionalismo y buena improvisación, cambió de planes sobre la marcha. Inicialmente, el cierre se iba a realizar en el Auditorio Príncipe de Asturias, lugar ordenado, con sillas para mucha gente, y toda la comodidad y solemnidad. Se suponía que diversos artistas rosarinos participantes del evento presentarían sus proyectos actuales y futuros. Sin embargo, teniendo en cuenta que la gran parte del público estaba en el CEC, y que la buena energía que rondaba el ambiente se podía desarmar, Risso (ya desde la charla con Altuna) anunció que el cierre se haría en el CEC. El escenario en donde los artistas firmaban libros y dibujaban para el público fue el centro de esta celebración final.

Mientras se avisaba y se recontraavisaba del cambio de planes, la gente y los artistas comenzaron a llenar sus respectivos espacios. Risso, para adelantar tiempo, comenzó a hablar con un puñado de ellos, mientras más y más invitados se subían a la tarima.


Risso comienza el cierre, con Will Dennis en el centro.
A su derecha tenemos a Francisco Paronzini,
Marcelo Frusín, Horacio Altuna y Andrés Accorsi
(en el extremo, otro de los organizadores);
a su izquierda a los dibujantes brasileros.
Luego se sumarían Carlos Barocelli y Esteban Tolj,
en un papel similar al de Risso:
artistas y co-organizadores.
Jim Lee se había ido el sábado, y Brian
Azzarello
se fue poco antes del cierre,
por su cuenta.



Los obvios agradecimientos no dejaron opacar la otra parte: los objetivos y los planes futuros. Risso estaba lleno de orgullo, pero de hecho todos lo estábamos. Habíamos demostrado, cada uno con nuestro granito de arena, que aquella locura era posible. Que se podía hacer la mayor convención de comics en una década (tal vez más), sin cobrar fortunas, sin dejar gente afuera ni armar colas kilométricas bajo el rayo del sol, sin cagar a nadie, y dejando contentos a todos.

Hablar de todo lo que se habló en ese momento, como hablar de todo lo que sucedió en la convención, resulta difícil. Es una pálida sombra; recuerdos que se han hecho carne y no se pueden extirpar para mostrárselos a los demás. Lo cierto es que, si en Dibujantes 2009 fue completamente alucinante y loco ver a más de una docena de los mejores dibujantes y guionistas nacionales reunidos en una mesa, esto fue algo similar. Teníamos allí a lo mejor de lo nuestro y a lo mejor de varios otros países. Todos unidos en pos de lo mismo, y enfrentados a centenares de personas que no paraban de aplaudir ante cada propuesta, cada nuevo dato, cada nuevo desafío a la realidad que nos toca vivir. Soy un hombre optimista, y tengo que decir que las propuestas de Risso coinciden completamente con mi espíritu creador, desafiante, constructivo. Hay que crear más y mejor: con todo lo que se ha hecho en los últimos años, tenemos una base sólida para proyectarnos hacia un futuro mejor.

Con unos humildes pero hermosos regalos para los invitados (unos lapiceros de madera con el logo del evento), se fueron dando los últimos aplausos y gritos. Y luego, como si nada, se bajaron todos de la tarima y la gente comenzó a retirarse.


El público alejándose del escenario de cierre
y dispersándose hacia la puerta.
Como en los tres días anteriores,
incluso después de anunciar el fin de las actividades,
la gente se quedó para charlar, comprar, recorrer, etc. etc.



Y se terminó. Algo apresurados debido a que sus colectivos no tenían horarios muy madrugadores, con Juan y Lisandro nos fuimos hasta la Terminal. Pero había algo más de tiempo, un postre de amistad: una cerveza y una pizza antes de la despedida. ¿Qué más se puede pedir? Nada. El hermoso recuerdo me quedará toda la vida, pase lo que pase, y espero para que pronto se pueda sumar a otros, incluso más alegres.

¿Habrá que esperar mucho? Pues no. Crack Bang Boom 2 se viene a mediados de 2011. Y nos encontrará más unidos y preparados que nunca.

Crack Bang Boom (III): Sábado

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Alguien que mirara de afuera hubiera pensado que, después de tanto trajín, íbamos a estar cansados. Pero no; de hecho parecía que cada día estábamos más enchufados.

Así comenzó la tarde del sábado. Por única vez, el grupo (Juan, Lisandro y yo) se dividió, y cada uno fue por separado. Mientras esperaba a que abrieran las puertas, me dediqué a investigar la reparación/remodelación operada sobre el sector de la costanera que se había derrumbado años antes, y que recientemente había sido inaugurado por la Presidente. Quedé muy sorprendido al darme cuenta de que la parte socabada de la barranca fue reemplazada por un armazón de cemento y metal, muy sólido, que pasa completamente desapercibido para cualquier que no se acerque al mismo; incluso para alguien que, como yo, nací en Rosario y he frecuentado toda la vida el CEC y zonas aledañas. Darse una vuelta por esa parte de la costanera, con las olas del río rompiendo literalmente bajo los pies, es una experiencia apasionante. De sólo escuchar el ruido, me vino a la mente una imagen de mí mismo, sentado en una banca cercana y escribiendo con ese sonido atronador y al mismo tiempo sedante.

Me senté al sol, en un banco, de espaldas a la puerta. Al rato apareció Juan, y de a poco comenzaron a llegar viejos amigos de la ADL. Nos quedamos charlando; algunos venían a dejar sus carpetas para otro turno con Will Dennis, y a los que ya habíamos pasado por la experiencia, nos resultaba bastante incómodo tener que sugerir que, por lo que sabíamos, esas carpetas posiblemente no iban a interesarle. Pero perdido por perdido, igualmente se animaron a participar.

El sábado fue, sin lugar a dudas, el día de los faltazos. Al comienzo de la tarde, apenas me acerqué, intermitentemente, a la charla que Juan Sasturain daba sobre la Revista Fierro. La sala estaba colmada, y tuve que esperar un rato para poder sentarme. Juan y Lisandro se quedaron a escuchar un poco, pero apartados, creo que sin mucho interés. De manera que no puedo decir mucho sobre cómo fue la charla, o de qué se trató.


Sasturain rodeado de gente, una de las postales del sábado.

Más o menos al mismo momento debería haberse realizado una charla con Humberto Ramos,
pero sabía desde varios días antes que el notable dibujante mexicano no iba a venir debido a problemas con su agenda. ¡Tenía mucho para dibujar, y estaba atrasado! Lamenté mucho esa ausencia, pero bueno, no se puede tener todo. ¡Ojalá pronto pueda venir!

Tampoco fui a la charla con Brian Azzarello, ni a la de Ariel Olivetti, ni a la de Cacho Mandrafina (las tres simultáneas). ¿Qué hice en ese espacio de tiempo? No lo recuerdo exactamente, pero calculo que fui a dar vueltas, compré varias cosas y pasé un buen rato en el stand de la ADL. También debo haber estado charlando con diversas personas, investigando stands que no había visto con detenimiento, acompañado a amigos que hacían la cola para los autógrafos, etc. Sábado y domingo, de hecho, fueron días especialmente utilizados para charlar con algunos contactos y dejar carpetas y CDs con propuestas editoriales.

Otra cosa que hice fue visitar el Galpón 11, espacio dedicado para el manga, el anime y los fanzines. Si bien ya había saludado a Matías di Stéfano el día anterior, en la charla con Jim Lee, fui a verlo a él y a su grupo para saber cómo estaban instalados.


Con un día tan hermoso,
¡sólo un verdadero freak se metería en un galpón! :)
El resto de la gente normal pasaba caminando,
trotando, haciendo deportes, mirando el río
o a las chicas lindas que hacían patín en la pista.

La cuestión del Galpón 11 merece un buen debate, que excede un poco el objetivo de esta entrada. Lamentablemente, no atrajo a todo el público que uno hubiera pensado y deseado. Con la enorme movida del cosplay, el manga y el anime que tiene Rosario, nacida en una década de Leyendas y madurada por asociaciones como Rosario Anime, el grupo Daruma y varias otros grupos (cada uno organiza eventos al menos una vez al año), uno daba por sentado que el Galpón 11 estaría a reventar. Pero ni el concurso de disfraces, ni el karaoke, ni las bandas de anime invitadas, ni nada hizo que el lugar se llenara. Siempre que fui, estaba, como mucho, lleno a la mitad.

Si esto ya de por sí fue negativo, la cuestión le pegó especialmente a los fanzines. Los stands de productos relacionados a la cultura oriental (que vendían desde katanas hasta sopas enlatadas, comprendiendo un enorme y colorido etc.), deben haber vendido razonablemente bien, ya que el público al que apuntaban, si bien no era mucho, existía y estaba allí. Sin embargo, los fanzines, generalmente más relacionados con el comic occidental, y con una "subcultura" (por usar un palabro poco adecuado) muy diferente, se vieron bastante perjudicados. Por lo que sé se vendió poco y nada. Se comentó mucho el tema entre algunos allegados, y también he visto que en ciertos blogs los afectados y algunos miembros de la organización han intercambiado opiniones. Es bueno saber que estos organizadores no descartaron esas impresiones, que tenían una idea acerca de por qué poner a los fanzines en el Galpón 11, y que se dieron cuenta de que no fue lo más adecuado. Es uno de los puntos que con seguridad se reverá en la siguiente edición (a estas alturas, es casi casi casi seguro que habrá otra).


Hermano menor del CEC, el Galpón 11 es justamente eso:
otro galpón de puerto remodelado para un uso cultural.
Mientras el CEC se hizo más "políticamente correcto"
y alberga exposiciones de fotos, Leyendas y cosas más "mainstream",
el Galpón 11 se quedó con la parte de las "subculturas",
funcionando como lugar de bandas de punk y rock,
pista de skaters y otras mal llamadas "tribus urbanas".
Y me cansé de usar comillas: lo cierto es que ediliciamente
está como el CEC estaba hace varios años, y todavía le falta
para lograr ser un espacio decente. Su mera existencia,
sin embargo, es más que positiva.


El stand de los fanáticos de Wonder Woman,
con un poco de todo, incluyendo posters y figuras de acción.



El stand de los fanáticos de Star Wars,
con mucho de todo.
Los disfrazados de personajes
de la saga fueron los más vistosos de todos,
sobre todo porque iban en grupo.



El stand de L.A. Comics, con Matías en el centro.


Por otra parte, no fue culpa de ellos. El hecho fue que poca gente se aventuró al Galpón 11; las causas de estos son desconocidas, aunque hay algunas teorías. Una de las que mantengo es que la publicidad (tanto la de radio como la de televisión y gráfica) enfatizaba tanto la presencia de Jim Lee y de otros personajes del comic occidental, que no atrajo a los muchos otakus que existen en la ciudad y alrededores. Sorprende, de todas maneras, que la propuesta del cosplay y del concurso de disfraces no surtiera efecto, siendo que ambos elementos, con fuerte presencia en las últimas ediciones de Leyendas, la convirtieron en una convención muy vistosa y llamativa. Era realmente difícil encontrar a alguien disfrazado, y casi ninguno de los trajes atraía por lo atrevido, lo bien logrado, lo vistoso o lo ingenioso.

Pero mientras iba viendo, en cada viaje al Galpón 11, que la cosa no pintaba bien por ese lado, lo demás seguía saliendo bien por otras partes. A las 1830 tuvo lugar la charla sobre edición de comics, con un lleno total.


Esto no era nada raro: hablaban Jim Lee y Will Dennis!!! Así como, en la charla del sábado, la gran mayoría de los asistentes seguía viendo a Lee como dibujante y no como editor, en este momento la mayoría de las preguntas se dirigieron a Will Dennis; aunque luego la cosa se equilibró un poco.

Accorsi, ahora con un nuevo estilo de moderación de charla.
Entre Lee y Dennis, el traductor.

Durante la charla, Dennis comentó cómo la labor del editor era bastante intuitiva, remarcando que era algo que no dependía de recetas armadas. Los dibujantes eran elegidos no sólo por su capacidad de trabajo, sino por tener un "algo" especial, que no siempre era lo mismo.

También se suavizó un poco la figura del "editor-ogro" que cancela serie "porque no venden". Dennis comentó muy positivamente su tiempo de editor en Vertigo, comentando que eso no solía hacerse, y que él nunca lo había hecho. Según dijo, todos saben que las series tardan un tiempo en madurar, y que no ha visto ningún nº 1 o 2 que fuera lo mejor de una serie: los mejores números surgían hacia el año más o menos, cuando tanto la historia se acentaba y el grupo creativo se amoldaban a la misma, a los personajes y a la labor conjunta. En ese sentido, comentó que preferían cerrar las series cuando estas vendían bien, justamente para no apresurar los finales ni dejar a los fanáticos con una mala impresión. El conocer esta curva de desarrollo artístico, editorial y comercial de las series era entonces un punto muy importante en la labor de editor.

En esta oportunidad, si bien la charla fue muy divertida y amena, con los dos editores interactuando y retroalimentándose chistes y anécdotas, fue en general más "seria" que la del viernes.

Terminada la charla, regresamos al CEC, nos quedamos dando vuelta un rato más, y, como siempre, nos fuimos más tarde que el horario oficial de cierre. Había cuentas pendientes que saldar el domingo, y para eso había que descansar un poco.


Crack Bang Boom (II): Viernes

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El segundo día de la convención arrancaba con una cuestión cargada de ansiedad y nerviosismo. Iban a dar los resultados de las carpetas que Will Dennis había estado observando.

Hablamos de eso un buen rato con Juan y Lisandro, tanto en la noche del jueves como en la mañana del viernes. Creo que hasta yo estaba nervioso, y eso que la cosa no me involucraba directamente. Pero tenía a muchos amigos que se habían lanzado al tema, en búsqueda de una supuesta "última oportunidad", que Marcelo Frusín nos había matizado como una más, pero en fin...

Así que fuimos al CEC ya por tercera vez, y nos dieron las buenas y malas noticias. Juan no lo logró, pero sí Lisandro y Kiro. Tampoco lo logró Fernando Kern, con quien compartíamos uno más de tantos proyectos, y había hecho sus páginas de muestra en base a uno de mis guiones.

Fue algo realmente extraño, porque si bien nos alegrábamos porque alguien a nuestro lado lo había conseguido, por cada elegido podíamos contar tres, cuatro, cinco o más amigos y conocidos que no habían tenido tanta suerte. De todas maneras, eso no empañó la experiencia de la convención. Después de charlar un buen rato, nos dispersamos y seguimos haciendo lo de siempre: mirar comics, comprar alguno, conversar, ir a escuchar alguna charla, etc. etc. Creo que todos lo superamos con cierta rapidez; claro que algunos más que otros.

A las 15 horas había tres actividades en paralelo: una charla de café con Marcelo Frusín, Leandro Fernández y Francisco Paronzini, una presentación de editoriales independientes en el Parque España (la cual se canceló), y (a las 1530) la charla de Jim Lee.

De izquierda a derecha, Francisco Paronzini, Marcelo Frusín,
Leo Fernandez y Diego París, moderador de las charlas de café.

Muy a mi pesar no podía estar en ambas charlas, de manera que, teniendo en cuenta que a Marcelo y al resto los encuentro cada tanto en alguna convención local, y vivo un poco lejos de EEUU, luego de un rato en la primera charla salí disparado hacia la segunda.

Así que a las 1530 estaba en el principal evento del día: la charla con Jim Lee en el auditorio Príncipe de Asturias, para la cual había que sacar una entrada gratuita el día anterior. Esto era para asegurarse de que no hubiera más personas de las que permitían las instalaciones; en realidad el lugar no se llenó, y quedaron unas cuantas butacas vacías. No por falta de interés, sino porque era día de semana y todavía no había llegado el grueso de los visitantes de otras ciudades.


El auditorio, con sus cómodas y amplias instalaciones,
era el lugar perfecto para una charla de este calibre.



Cada segundo de la charla valió la pena. Coordinada y traducida para el público por Andrés Accorsi, reseñó toda la vida de Jim Lee, desde su infancia en Corea del Sur hasta su posición actual como editor de DC Entertainment. Sin duda alguna, la parte más jugosa fue la que abarcaba la fundación de la editorial Image, y las hilarantes descripciones, medio en broma medio en serio, de cómo eran las cosas dentro de la empresa.



Lo que contaba Lee era realmente cómico, más allá de que uno calculaba una cierta exageración tendiente, justamente, a entretener y no solamente a informar. Las historias de cómo dibujantes casi adolescentes eran traidos a los cuarteles de la Image por una simple llamada de teléfono, procedentes del interior agrario de EEUU ("algunos venían con su almohada favorita, o eran llevados en auto por sus abuelos"), para luego pagarles sueldos absurdamente altos por dibujar un solo comic de 24 páginas, "que luego gastaban en autos deportivos que chocaban... porque no sabían conducir", generaron grandes cantidades de risas. Lee contó que esta búsqueda incesante de nuevos talentos (según él, a diario revisaba enormes cajas llenas de fotocopias con trabajos enviados de todo EEUU) se debía a que ninguno de los artistas de Marvel o DC querían pasarse a Image por temor a quedar marcados en una lista negra, y luego no poder volver a sus empleos anteriores en caso de que la empresa no funcionara.

Como resultado, cuenta Lee, él y sus camaradas en editorial tenían que hacer de niñeras de estos jovencísimos artistas, enseñándoles a conducir (para que no chocaran sus nuevos autos deportivos), a manejarse en una gran ciudad y todo ese tipo de cosas.


Jim Lee imitando el gesto de teléfono que Accorsi usaba
para graficar sus conversaciones con colegas y empleados.


La charla, en suma, además de darnos un profundo pantallazo a la historia este artista fundamental del comic del siglo XX y XXI, resultó muy amena y entretenida, a veces incluso cómica. Se nota que Lee tiene el don de gentes y muchas convenciones encima, ya que sabía qué decir en cada momento, cómo abordar al público e improvisar sobre la marcha al responder una pregunta o hacer un comentario.

Luego de este repaso por su carrera, que concluyó con su movida a DC y su nuevo puesto como editor, se pasó a la clásica ronda de preguntas del público. Un poco para mi disgusto, todas involucraban preguntas sobre su trabajo como dibujante. Algunas eran muy buenas y otras muy malas (como el que, infantilmente y de mala manera, le reprochó que vendiera Wildstorm a DC y que ahora estuvieran por cerrar el sello). Me hubiera interesado escuchar preguntas dirigidas hacia él como editor, y de hecho tenía pensado hacerle una, pero el tiempo se terminó y no me cedieron el micrófono. De todas maneras fue una experiencia extremadamente positiva y no hay nada que reprochar: salió perfecta.

Luego de esa charla, salí a dar una vuelta por el CEC. Hacia el final de la charla anterior, Will Dennis tenía una reunión con los elegidos del primer turno, así que me interesaba mucho saber cómo le había ido a mis amigos seleccionados. Charlé con ellos, en grupo o por separado, por una media hora, intercambiando opiniones y escuchando varias veces lo mismo desde diferentes ángulos.

Por lo que vi, fue una experiencia extremadamente enriquecedora, corta en tiempo pero muy intensa, que puso a prueba los nervios de más de uno. El no saber qué hacer/decir frente a un editor es una de las grandes deficiencias de cualquier artista de comics (y, me atrevo a decir, de cualquier artista en general), porque es algo que no se enseña en ninguna parte. Lo he hablado infinidad de veces con decenas de personas con diferente background: el hecho es que si eres autodidacta, no tienes a nadie que te enseñe eso, y si has hecho una carrera (por ejemplo, Bellas Artes), muchas veces tus profesores han vivido toda su vida de la docencia y no tienen la más pálida idea de qué aconsejarte, o son tan elitistas que creen que saben del tema y te dan lecciones inútiles. Sin lugar a dudas, es una de las cosas que impide que muchos jóvenes talentos obtengan un trabajo, tanto en Argentina como en el extranjero. El proceso de prueba y error es largo y lento, arruinando inevitablemente las pocas opciones que tenemos cada año para presentar nuestros proyectos.

Pero en fin, había otra charla más que me interesaba, a la cual llegué un poco tarde. En el mismo auditorio Príncipe de Asturias, Trillo y Mandrafina (moderados por Esteban Tolj) hablaban sobre sus trabajos en conjunto, y sobre las diferentes realidades que la historieta argentina había atravesado durante su carrera profesional.

De izquierda a derecha:
Esteban Tolj, Carlos Trillo y Cacho Mandrafina.



El tiempo, los malos ratos y los litros de alcohol que han pasado por mi cuerpo me han hecho olvidar buena parte de lo que se dijo en la charla, de la cual me perdí una buena parte. Ambos se concentraron en hablar, más que de sus obras realizadas en conjunto, de cuestiones generales del mercado editorial y de la realización de comics. Recuerdo de todas maneras que fue muy amena.

El resto de la tarde/noche fue un poco de todo. El viernes falté a muchas charlas. En parte porque se suporponían, en parte porque opté por dejarlas. Después de la charla de Trillo y Mandrafina había tres opciones más, pero decidí quedarme al menos media hora conversando con ellos, pidiéndoles autógrafos y todo eso, para luego regresar lentamente al CEC y seguir charlando, comprando, mirando, etc. etc. La gran pérdida del día fue la charla de Will Dennis, Brian Azzarello y Eduardo Risso sobre 100 balas. Por un lado, al no haber leído nada del comic, me parecía que no tenía mucho sentido; por otra parte, estab a inquieto y tenía ganas de caminar. No me arrepiento de la decisión que tomé, aunque cuando después me enteré de que hicieron un anuncio sorpresa exclusivo del evento, primicia mundial, como que sentí un poco de culpa.

Pero en fin, como con otros detalles, no me podía quejar. El viernes también fue una jornada tremendamente positiva.

Crack Bang Boom (I): Jueves

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Llegamos al CEC completamente llenos de energía, esperanzas, ansiedad, ganas de hacer mil cosas, y fuimos recompensados con mucho más.

Nada más entrar con nuestros abonos, pudimos ver cómo llegaban las estrellas del evento.


A contraluz: Will Dennis, Brian Azzarello y Eduardo Risso, ingresando al CEC.


A partir de entonces me dediqué a recorrer todo el lugar y sacar fotos de los espacios, todavía vacíos, ya que llegamos a primerísima hora. Mientras mis bolsillo lloraban y se me hacía agua la boca frente a los enormes stands de editoriales y comiquerías, recordé cómo, por 10 años, ese mismo lugar había albergado a Leyendas, y cómo la infraestructura había mejorado enormemente hacia el final de esa década de convenciones. Antes había baños químicos, los techos se llovían y todo era gris y oscuro. Ahora había baños, salones anexos, los techos estaban pintados de negro e impermeabilizados, las puertas eran de varios colores y las secciones vidriadas tenían decoraciones.

Parte de la muestra de la revista Fierro.


Guastavino quiso, pero no se pudo escapar.


Recién abiertas las puertas. Pueden apreciarse las dos hileras dobles de stands, separadas por las columnas y los paneles con parte de la muestra de la Fierro, para ordenar un poco más el espacio interno.
La organización espacial fue muy buena.



La distribución de los lugares resultó acertada: a la derecha de la entrada, dos hileras dobles de stands, que concluían en el local de Puro Comic y el escenario en donde los autores se sentaban a dibujar y autografiar. A la izquierda, la ENORME muestra de la revista Fierro, con paneles de varios metros de altura y reproducciones gigantes, algunas de las cuales estaban pegadas en las columnas que dividían los pasillos entre los stands. En la extrema izquierda, como siempre, el bufet, el escenario para las charlas de cafe y los baños.

Sí sí, charlas de café. Este concepto muy interesante floreció en el mismo lugar en el que antes se celebraron muchas charlas durante Leyendas. La diferencia era que en este espacio, separado casi completamente del resto de la convención por una pared vidriada, había una gran cantidad de mesas para tomar o comer algo, mientras uno escuchaba a diversos autores conversar con el locutor sobre temas no siempre comiqueros: las mujeres, el fútbol, algo de actualidad nacional, sus vidas, etc.

La idea era que los diversos temas fluyeran, intercalándose espacios para preguntas del público con comentarios o preguntas del locutor. Esta dinámica dio resultados muy entretenidos, sobre todo teniendo en cuenta que los autores involucrados tenían buena onda y mucha química con el público.

La primera de las charlas no podía ser más interesante: Eduardo Risso y Carlos Trillo hablándonos de sus proyectos pasados, presentes y futuros. Tuve la suerte de poder ver completa la charla e incluso de hacerle una pregunta a Trillo, sobre los proyectos que ambos tenían en el tintero desde hace tiempo y clamaban por salir. Después de la charla aproveché para dejarle unos guiones, para que me diera una opinión, y sacarme una fotografía con él, de cholulo nomás.

La charla de café con Trillo y Risso. A no confundirse,
el fondo de la sala estaba repleto de personas, muchas de ellas paradas.


Trillo y quien escribe.

Terminada la charla, me dediqué a vagar un poco, viendo precios y conversando aquí y allá con recién conocidos y amigos de varios años. Finalmente, formamos un pequeño grupo y nos movilizamos hacia el Centro Cultural Parque de España, para la charla en homenaje a Juan Arancio.

Dejando el CEC, hacia el Parque España.
El día estaba frío y nublado,
pero agradable; por suerte no llovió.


Allí comenzamos a sufrir un poco el carne propia el tema de la movilidad: el ir y venir entre las dos sedes podía ser un poco molesto, teniendo en cuenta el viento, la cantidad variable de gente y otros factores, como el apuro. Por suerte esa parte de la costanera fue recientemente restaurada y reinaugurada, el suelo estaba en perfecto estado y nada estaba fuera de lugar, pero no dejaba de ser apenas un poco incómodo cuando uno tenía que ir a un lugar, se olvidaba de algo o de alguien, o se arrepentía, etc. etc.

Una vez en el auditorio Príncipe de Asturias, nos quedamos a escuchar la presentación general, de Eduardo Risso, y algunas palabras de Esteban Tolj sobre Juan Arancio, el cual era el principal homenajeado del evento. Lamentablemente no pudo asistir por cuestiones de salud, pero allí estuvieron presentes sus hijas para leernos una carta suya agradeciéndonos el agasajo, entre otras cosas. Después nos quedamos a ver un pequeño documental sobre su vida y obra, y cómo trabaja este reputado ilustrador litoraleño.

Inmediatamente después venía la apertura de la muestra, ¡flor de muestra! Quienes conozcan los túneles del Centro Cultural Parque de España (muchos los descubrieron por primera vez en esos días) sabrán que hay un gran espacio para este tipo de eventos. Así, las largas paredes subterráneas fueron completamente tapizadas con arte de Eduardo Risso, Marcelo Frusín, Jim Lee, Ariel Olivetti, ... y la estrella: incontables originales de Horacio Altuna, que el maestro accedió a traer desde España específicamente para la convención.


Eduardo Risso, junto a autoridades municipales y del Parque España, inaugurando la muestra.


El público atestaba las galerías subterráneas del centro cultural antes de la inauguración, pero al abrirse los otros túneles, la cosa se descomprimió y se podía circular sin problemas. Algunas imágenes del evento.






Dos postales de la muestra: Will Dennis hablando con Horacio Altuna,
y mirando algunas de las obras expuestas. Los túneles estaban llenos de luminarias.



Como podrán imaginar, fue un momento muy especial, ya que teníamos a gente como Jim Lee pasando a un costado, podíamos hablar con Marcelo Frusín o saludar a Altuna, etc. etc. Fue muy gratificante ver también que no hubo ningún desubicado/cholulo que molestara a ninguna de estas personas, que cordialmente accedían a sacarse fotos con los asistentes o intercambiar algunas palabras.

Con Juan y Lisandro nos separamos varias veces, estuvimos charlando sobre cuestiones técnicas y de la carrera de varios de estos dibujantes, hasta que se fue haciendo la hora de cierre y nos volvimos unos minutos al CEC.



A pesar de ser jueves, hubo bastante gente, lo cual nos daba la pauta de que el fin de semana el evento iba a a E-X-P-L-O-T-A-R, como decían en el poster de Akira.

Pasada la hora de cierre (como siempre, nadie quiere irse al primer llamado), nos fuimos cada uno por su lado, nosotros hacia mi casa. Un poco cansados, pero extremadamente satisfechos y contentos con lo obtenido de esa primera jornada.



Crack Bang Boom (0): Preparativos

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Semanas, meses de expectativa. Terminó Dibujantes 2010 y ya estábamos en la antesala de otro de los grandes eventos del año, y posiblemente de una vida completa.

Después de muchas negociaciones, habíamos acordado con Lisandro Estherren y Juan Fioramonti que vendrían a pasar esos días en mi casa, ahorrándose unos pesos de alojamiento en el proceso y haciendo catarsis sobre lo difícil que era encontrar un lugar en el mundo, entre otras cosas.

Como el primer turno para presentar carpetas para Will Dennis era el jueves a la mañana, los dos insistieron en llegar temprano a Rosario. Fue así que Juan llegó el miércoles de noche y Lisandro, venciendo su ansiedad, se atrevió postergar un poco más su llegada y estar en el CEC apenas a las 10 de la mañana.

Lo que muchos habían temido sería una carnicería entre dibujantes fue totalmente lo contrario. Un pequeño grupo de dibujantes de diferentes partes del país se fue armando con el correr de los minutos: Córdoba, Mar del Plata, Paraná, Santa Fe, Rosario... De lo más federal, y de lo más cordial. De las chanzas pasamos a las anécdotas y de ahí a los relatos de vida, a lo que nos había llevado al evento, a mirar carpetas, a intercambiar mails, blogs y tarjetas personales. Tanta fue la energía que compartimos en ese momento bajo el sol que decidimos, de la nada, ir a tomarnos algo a un bar cercano.

En el trayecto un par de los aspirantes a trabajar en Vertigo se animó a acosar a Will Dennis en la tienda de muebles antiguos que está en la Bajada Sargento Cabral... pero esa es otra historia. Terminamos tomando unas cervezas en un bar frente a la Aduana. Como no tenía cámara, tomo prestada esta foto de Lisandro.


Algunos de los participantes de la reunión, cuando yo me estaba yendo.
Detrás mío están Juan y Lisandro, y alguien más creo que no salió tampoco.



Al ponernos a mirar carpetas, rápidamente notamos una constante: el nivel en todas era muy alto, cualquiera fuera la técnica, el género o temática encarado.

Fue una manera perfecta de comenzar la convención: haciendo contactos, charlando sobre cosas que nos hermanaban rápidamente, y demostrando lo que sabíamos hacer, sin tapujos, porque todos queríamos lo mismo: trabajar de eso que tanto amábamos.

Lamentablemente yo tenía que regresar a casa para comer y tomar mis cosas, además de que Lisandro tenía que hacer lo inverso, dejando en mi casa su equipaje. Juan decidió quedarse y la reunión se dispersó.

Una vez más, contarlo no resume lo vivido. Fue una manera hermosa de comenzar la convención, recordando que no éramos enemigos, no éramos competidores por un Premio que nos pedía que nos decapitáramos entre nosotros. Éramos artistas y nos gustaba mostrar lo que hacíamos. Nada más que eso.