Otoño amarillo


Todo está inundado. Las hojas secas emparejan los valles de la vereda, descuidada planicie de cemento gris, apenas veteado por la división de las lozas. Como charcos de color, acá y allá, salpican un mundo plano, limitado por cordones de brillante amarillo puro.

Pasa el colectivo, apenas camuflado del mismo color. Ahora sólo hay colectivos amarillos y grises con azul. O con naranja, que son los municipales. Perdimos el verde de la K, monstruo eléctrico que nos llevaba al pasado y levantaba preguntas de los porteños.

Pero casi todos los colectivos son amarillos, y este pasa frente a un semáforo también amarillo, color que ahora está antes y después del rojo. Hay hojas por todas partes. De pronto uno se encuentra en una postal del otoño, sorpresiva, fresca, brillante. Un otoño demorado, ansiado, ahora odiado por las alergias, antes odiado por el calor.

Camino sobre amarillo, pisando los charcos invertidos, las manchas de color en un mundo frío. El cielo tridimensional está suspendido desde el suelo, y cada tanto la nieve de color recuerda que no es sueño. Si el amarillo de los cordones pintados delimita las manzanas, y el amarillo de los semáforos el movimiento, como mojones, los colores marcan el camino. El Bar Rojo, impúdicamente ubicado en una esquina, desafía el reinado de las veredas, los anuncios políticos, los cordones, semáforos y carteles de gaseosas. Allá a lo lejos está el carrito donde se come malsanamente, también pintado de amarillo, pero de pronto ese color es una desubicación, un ultraje: es demasiado, todo junto.

Cada tanto, algún árbol del orden de las coníferas o de los helechos desafía al invierno y presume su follaje. El verde corta como el gris, o como el naranja o el azul. Los colectivos son cuchillos de color llameantes. El mío me aleja de ella, que hoy era un glaciar en retroceso, o un estallido de palabras en la oscuridad.

2 comentarios:

JMO dijo...

Tu prosa es más cristalina cuando es así, poética. Gracias.

GNF dijo...

A veces me suceden cosas que ameritan algo de poesía. A veces simplemente tengo ganas de escribir, y a veces las dos cosas.

Sí, me siento más cómodo con prosa que con versos, pero intento las dos cosas a la vez.